Llueve desde anoche y hoy se sumaron desde el noroeste vientos que cruzan la ciudad a 25 km/h. Les conté antes que estoy en un quinto piso, los arces urbanos salen de la acera y sobrepasan en altura el balcón. En este momento, como la canción de Spinetta, las hojas son todas del viento. Un espectáculo.
Este lunes arrancó el segundo cuatrimestre en la universidad y me toca dar clases virtuales por tres semanas, no me gusta para nada pero sin esta alternativa no me habrían dado autorización para venir a la residencia. Digo, donde manda capitán no manda marinero.
Mi vecina es una señora de, calculo, 80 y altos años de edad, se llama Beatriz. Nos topamos a menudo entrando o saliendo dal edificio. Nos conocimos un par de días después d haberse instalado aquí, compartimos el viaje vertical del ascensor, “¡qué lindo tu cantadito!”, celebró mientras le ayudaba con las bolsas del súper.
Retomo la carta cinco horas después de lo que está ahí arriba. La interrumpí para ir al súper y luego preparar almuerzo (tal vez es exagerado decirlo así, me hice un sándwich de milanesa que acompañé con birra, se me conoce por la pulsión gourmet).
Ya está oscuro, no ha parado de llover y el silbido ronco del túnel del viento tapa los otros ruidos de la calle. Algo está pasando pero no sé qué ni cómo. Va un intento de compartirles la sensación: presenciar esto es otra forma de leer.
besos