Ayer cumplió 66 años mi prima tica-venezolana. A lo largo de varios años, ella primero, y el resto de la familia después, dejaron Maracaibo para instalarse aquí. Las razones las conocemos. En la fiesta estábamos los familiares ticos pero también una nutrida convocatoria de amigos y amigas de la comunidad venezolana. Y voy a lo que quiero contarte: no tengo explicación de por qué, teniendo vínculos de sangre con Venezuela, hasta ayer presencié el canto grupal venezolano previo a que cumpleañero/a apague las candelas. Una alegría de contagio instantáneo. Pero no hablo de alegría tibia de gente recelosa y moderada. No, es una alegría inyectada por una base rítmica de palmas que invita a apagar las candelas de colores y pegarse un fiestón atómico que termine con alguien llamando a los bomberos a las 3 am.
Hace unos días, en un foro serio, oí a un experto decir que Costa Rica, a diferencia de la mayoría de países, gozaba de una amplia cultura musical. Quise serrucharme una pierna ahí en el auditorio. Pero luego ¿cómo iba a bailar?
Bisous
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