Es un impulso loco el que me lleva a levantarme como un resorte para asomarme por la ventana y ver caer los primeros copos de nieve del año. Apenas unos cuantos que ni se pegan al suelo. Igual hago un escándalo extraordinario, interrumpo la llamada de zoom de Allen, la siesta de mi suegra. Me pongo las botas y el abrigo a toda velocidad y salgo a hacer esa vueltita con los brazos abiertos, el intento universal de agarrar un copo con la lengua. Si si, pasé meses caminando por las aceras llenas de nieve asquerosa ya en la primavera, también tuve que usar una pala para salir de mi casa y un raspador para el vidrio del carro. Yo entiendo todo eso, pero siempre me va a gustar la nieve, el cronch cronch que hace bajo los pasos. Me niego a deshacerme de esta maravilla infantil, la mejor forma de precipitación, una sustancia fantástica. Como le digo a los amigos: a ustedes no los tuvieron que llevar al pueblo a ver a Melquiades, para conocer el hielo.
Hoy ya estoy cansada de no estar en mi casa. Llevo cuatro semanas sin acceso a mi espacio personal, y me estoy volviendo un poco más loca. Yo necesito estar en mi silla. Estoy cansada de no tener mi monitor y mis pinturas y mis libros y las cosas que no se pueden traer en una maleta de mano a ninguna parte. Quiero comer la misma comida todos los días y volver a mi rutina y dormir con mi perro. Esa llamada de lo habitual está siempre en un lado de la balanza y en el otro está la gente que más quiero: la familia aquí, la familia en Costa Rica, los amigos lejanos. El esfuerzo de sentarme en otra silla tiene un costo, que es difícil de comunicar a los civiles. Cómo le explicás a tus seres queridos que tu estabilidad emocional depende de poder cambiarte de pijama, entre cuatro pijamas posibles, a las dos o cuatro de la mañana?
Jen dice que todos los mensajes que nos mandamos aquí son melancólicos. Tiene razón, estos son días medio así. Por otra parte me puse a ver unas fotos viejas y me encontré una donde tenía 24 años y me veo más vieja que ahora, más triste, más hecha mierda. Será posible? Que sacando las cuentas ya sin joder, los años me han sido generosos. Tiene sentido. A mi siempre me pareció, ingenuamente, que todo tiempo futuro fue mejor.