Los lakantianos

Andaba por ahí un meme de calendario laboral de diciembre, semanas marcadas con colores que básicamente se dividían en fingir que se hace algo y luego ya ni esconderlo. Como corresponde. Ya que estamos en el tema, siempre me han caído mal los empleados que, en el baño compartido, tardan 25 minutos lavándose los dientes. Estoy seguro de que en la casa ni se lavan las manos después de mear pero en el trabajo, frente al espejo comunal, sacan cepillo, pasta, hilo dental, enjuague bucal, poco les falta para sacar taladro de dentista y arreglarse la caries. Me parece la forma de los cobardes. Si uno va a malgastar el tiempo de oficina, lo hace con dignidad, sin falsedad ideológica, la frente en alto, no detrás de esa coartada temerosa. En fin.

“Dedicarse a cagar tiempo completo”, cómo vas a escribir eso sin darme una señal previa, casi me ahogo, my dear. Me autoapliqué la maniobra de Heimlich. Genia. Y bueno, bien lo dijiste a partir de la experiencia, la maratón es una prueba colectiva.

La reacción generalizada alrededor del asesinato del CEO (una aseguradoras de las que “que matan a cientos de miles de personas al año al negarles cobertura de sus necesidades médicas más simples”) es tal cual lo decís, todo mundo se traba cuando ese tipo de violencia se democratiza. Equivocan la pregunta, no es por qué pasa algo así, es por qué pasa tan poco. Y el man fue en bicicleta, eco consciente, como los diputados que van en cleta a la Asamblea Legislativa.

Pero se entiende que genere un corto circuito en la discusión pública (que dirigen entes privados, claro). Es familia de esas posturas que tan avanzadas dan la vuelta completa y terminan, sin darse cuenta, en el extremo conservador. A sus portavoces les llamo los lakantianos.