furia

Ayer hablamos por teléfono mientras vos fumabas y yo dibujaba unos garabatos en un papel de envolver donde venía una taza. Qué bueno es enojarse. Lo malo es que después hay mucha duda, mucho “habré sido yo el hijo de puta”. Pero en el momento, qué maravilla. Así como vos la última vez que me enojé fue en el trabajo, y se enojó otra compañera, y las dos nos dijimos cosas punzocortantes, y después nos calmamos y de inmediato nos volvimos más amigas. Eso casi no me pasa (me criaron para ser mujer y ponerme triste), pero sigo practicando. Algún día montaré en furia todos los días, rutinariamente. Qué sabroso.

Nuestros números rudimentarios dicen que todos los días vienen 30 o 40 personas a leernos la correspondencia. Qué locura. Hoy en la mañana me enseñaste que Javi, uno de esos, nos hizo un collage espectacular. Me encanta! Tiene las butacas de cine, los pajaritos, el reporte del tiempo, los mapaches. No le hace falta nada.

Cuando oigo a los idiotas que no vacunan porque creen que las vacunas causan autismo, lo que les oigo decir es que preferirían el riesgo de que sus hijos murieran de enfermedades horribles, a jugársela a que sean como soy yo. Que algunos de nuestros padres la tuvieron cuesta arriba porque fuimos chiquitos difíciles, que daban miedo y verguenza, que nos poníamos a pegar gritos en el supermercado porque estábamos incómodos y no sabíamos por qué, que odíabamos ir a la playa y jugar bola. Que algunos necesitamos ayuda para vivir toda la vida. Es cierto todo eso. Quizás quieren hijos cómodos, fáciles (vos y yo sabemos que no hay hijos fáciles, esos no existen). Todavía me sorprende que prefieran hijos muertos. Lo que si hay es papás difíciles.

Mi “chacho de venado” es una de mis plantas favoritas y una de las que más sufren aquí en la ciudad. Mi madre ha ofrecido llevársela al monte, a recuperarse unos meses en un retiro silencioso, en un árbol del patio de mi hermana prácticamente en el parque nacional Braulio Carillo. Creo que le haría bien. A quién no, honestamente.