espacial

Este año lo empecé leyendo Challenger, de Adam Higginbotham. Es un libro extenso, detallado y bien escrito, sobre el desastre que vimos por televisión todos los que estábamos vivos en en Enero de 1986. Una explosión en el cielo azul, unas blancas nubes de vapor. Hay unos cuantos capítulos devastadores en los que los astronautas y sus familias están emocionados, felices, desesperados por finalmente ir al espacio después de tanto entrenamiento y retraso. Todo eso lo leemos cuando ya sabemos que va a pasar. Es en parte un libro sobre todo lo que salió mal. Y aunque obvio hubo un problema de materiales, los problemas debajo son todos humanos: el poder y la presión política, las ganas de avanzar en la carrera, el pensamiento mágico, el optimismo, la jerarquía inflexible, el machismo y la complacencia. Cuando la gente dice “hay un error en el sistema” yo siempre me imagino el sistema social, no el informático.

Ayer fui a almorzar con un amigo que estaba de visita en la ciudad, en su último día. Compramos unos sánguches y nos fuimos a sentar al parque, a hablar de todo lo que va mal, haciendo tiempo antes de que tuviera que irse al aeropuerto. Todos los que vienen a visitar tienen que hablar un poco sobre los robotaxis blancos, que cruzan la ciudad sin conductor, como carrozas fantasmagóricas. No sé si confío menos los robotaxis o en los conductores humanos, cada uno de nosotros tiene sus problemas. De inmediato me imagino a un pobre robotaxi tratando de salir de los peajes de Escazú que, por omisión vial y magia, convierten 16 carriles en 3. Para hacer aún más tiempo fuimos a una de las librerías más viejas del barrio, donde siempre me atrapan con algo. Esta vez recordé que tenía en la lista un librito que se llama Orbital, de Sarah Harvey. Lo compré. Mientras lo leía en el bus camino a la casa me di cuenta de que ya lo había leído. Me encantaría decir que esto no me había pasado nunca, pero la distracción es así. El caos prevalece. En fin, es un libro maravilloso porque es sobre seis astronautas en una estación espacial, pero como todas las historias de personas en el espacio, es un poema sobre la tierra.

A veces me encuentro con un reto del día a día que me revela una laguna de conocimiento. Por ejemplo hoy me di cuenta de que no se jugar póker. El autismo, me dicen, me ha dado la cara perfecta para este juego. Y aún así he sobrevivido todas estas décadas sin saber jugar. Habrá que aprender.