Chicas, gracias por pasar anoche. Entraron riéndose y así se fueron, de hecho, cuando volví de acompañarlas y despedirnos, le conté a Ari, “cerré el portón eléctrico cuando sacaron el carro y todavía iban cagadas de risa”.  

Esta semana me tocó enfrentar golpes como a los que bien cantó (o lloró) el gran Vallejo en “Los heraldos negros”. Al mismo tiempo, LaMayor duerme aquí desde el domingo, una semana entera. Una tarde de inicios de semana me tocó volver a algo que – refiriéndome a un recuerdo nuboso de infancia- escribí hace mucho, estuve en un lugar que solo puedo describir con las mismas palabras: la casa es lo que está en medio de la luz. Y también llegó Lena al país y ayer vinieron a contagiarnos de risa ustedes dos. No sé si puedo aguantar cambios emocionales tan dramáticos en el espacio de siete días. Estoy drenado.

Extraño a un par de personas. Las extraño con el dramatismo absoluto de un adolescente.

Son las 17:24 de viernes. Salí de clases hace media hora, entré a la casa, LaMayor regresa de la universidad en cualquier momento, puse el playlist “Viernes de rock en español” y acabo de destapar una Pilsen helada. Salú, amigas.

beso