cuerpo

Como ya sabés, salí del restaurante donde fuimos felices el Jueves en la noche y no encontré un Uber. En cambio había un señor en un taxi al que le pregunté, con una memoria visceral de hace décadas, señor, está libre? Y si estaba. Entonces procedí a perder uno de mis aretes favoritos en un taxi rojo de cooperativa, protegido por el anonimato. Qué cosa tan romántica.

Esa noche empecé a toser, y no he parado. Ya casi va una semana. En medio pasé por todas las etapas: fiebres que se parecen a la malaria, dolores de cuerpo que se parecen al dengue, tos violenta que se parece a la tuberculosis. Todas las enfermedades del tercer mundo me atacan a la vez, solo me salvé por pura suerte de los embates del cólera.

Después de unos días me pasé a la casa de mis papás, donde ellos también han estado enfermos de lo mismo, y hemos decidido tratar de recuperarnos todos juntos (aunque a este punto me pregunto si estamos circulando los virus del uno al otro). Hemos visto muchas series de TV, unas peores que otras. Me puse a hacer cálculos siniestros y de este sabático que ya se me termina, me pasé una cuarta parte en cama hecha mierda.

Mientras tanto ayer vi cómo volvió Trump al poder y cada vez que lo pienso me da otro escalofrío febril. Necesito que se acabe esto. O la enfermedad interminable, o el mundo, o algo.