Todavía estoy bajo la influencia de una cantidad sub-terapéutica de varias drogas blandas. Apenas las siento en el fondo, como cuando uno pone la tele en la sala para lavar los platos en la cocina. A veces me despiertan situaciones confusas, por ejemplo recién pensé “qué bien suena la música en este café!” y es porque unas mesas más allá, en el patio, hay un grupo de guitarra, banjo y violines ensayando algunas piezas.
Por lo menos me liberan de los pensamientos intrusivos. Por ejemplo, sigo pensando en que el otro día estaba hablando con un hombre muy guapo, y para no soltarle la atención di dos pasos hacia atrás y me tropecé con un hijueptua basurero mal puesto. Por si me estaba viendo muy inalcanzable, pensé. Hay que mantenerse asequible.
El sol de domingo me dice: deberías salir a disfrutar la vida, la compañía de otros, la oferta social y cultural de esta ciudad donde vivir es carísimo. Justo comentaba con un compañero de trabajo sobre cómo nos gusta pensar que ahí afuera está la sinfonía, la ópera, el circo, todo tipo de festivales, parques, hermosas librerías y bibliotecas, museos de temáticas diversas, ferias del agricultor, caminatas organizadas, comidas de los lugares más recónditos. Nunca vamos a nada de eso, por supuesto. Nada más nos gusta pensar que todo eso está ahí a menos de treinta minutos, lleno de potencial, mientras vemos una serie completa con la laptop en la panza.
Necesito una asignación. Algunos de mis mejores trabajos los hice cuando alguna profesora me dijo “andá escribí de esta vaina” y una semana después yo aparecía con un puño de hojas de ideas apenas conectadas. Bueno eso es lo que necesito, por favor, que me den un tema. Gracias profes.