aguja

Me queda una semana antes de volver al trabajo y me he puesto en paz con el universo. En estas semanas de vacaciones descubrí que no me gusta casi nada. No me gusta escribir particularmente, hacer arte es dificilísimo, no me gustan las largas caminatas, me da pereza tomar fotos, no me gusta coser, no quiero cocinar, no me gusta programar, no me gusta trabajar pero tampoco me gusta descansar. Mi cuerpo es débil y se enferma a cada rato. Todo este auto-aprendizaje me parece muy útil porque dentro de un mes voy a estar en el brete, y voy a pensar “podría estar haciendo algo mejor con mi vida” pero ahora ya se que no es cierto.

Ayer vi The Girl with the Needle (2024), una peli Danesa de Magnus von Horn que ha ganado un montón de premios. Yo quería verla en el cine en San Francisco, pero ese día fue horrible y la película era a las 9pm y la idea de estar consciente y dirigiéndome a mi casa casi a la media noche me pareció someterme a un sufrimiento exagerado. La película es, justamente, sobre un sufrimiento exagerado. Es inspirada en un caso real (como todo lo horrible) y es de la vieja historia “Dios odia a los pobres, particularmente a las mujeres”. Desconfío de las historias que no tienen ni un sólo momento de levedad, ni un descanso en el argumento. En fin la película es preciosa, tirada en blanco y negro, casi se puede tocar. Las actrices son de otro mundo, de caras expresivas y severas, de dolores impactantes. Hay que verla, pero se sufre.

Hace viento y sol, y mis últimos días aquí son de minutos extraños. No sé cuándo voy a regresar y siempre me agarra esa ansiedad loca de que podría ser nunca. Me despido de la gente como si me fuera a embarcar en una travesía por el Ártico. Como si no fuera a acabar aquí de nuevo, de una forma u otra, en esta ciudad que es la mía.