Me encanta eso que decís de, como no sabés dónde ir, decidirte por la biblioteca (de este lado del mundo habría que caminar kilómetros por días para encontrar una) y, enfundada en tu abrigo varias tallas más grandes, mimetizarte con los homeless porque es ese lugar el único donde nadie los molesta. La biblioteca pública pequeña pero digna que había en el parque de Zapote (parque Nicaragua) la cerraron hace años para poner un puesto de la policía.
Leí lo de la fiesta explosiva de cumpleaños de tu amigo Mario en Guatemala y luego contás que a Miguel le cayó un cuchillo en el pie y está inmovilizado en cama. Donde decía Miguel leí Mario. En mi defensa, era el cierre lógico de la otra anécdota. Un desenlace a la altura.
Migue, mi querido Migue. Mandale saludos de mi parte. Y zapatos de los que usan los leñadores con punta interna metálica.
En la tarde estaba editando unos textos, nada me quedaba bien, volvía una y otra vez a lo mismo. Afuera había unos chamacos jugando, se perseguían y gritaban. Quise salir a gritarles ” ¡su alegría no me deja trabajar!”.
No salí.
abrazos
L.