Desde hace unas semanas fui estafada vía correo electrónico y desde entonces la organización para la que trabajo se quedó sin cuenta de Instagram. Ahora me dicen Tía Pau y yo sonrío disimulando cierto nerviosismo.
Confieso que desde hace algunos años me pregunto en qué momento dejaré de asimilar la tecnología. O más que eso, en qué momento me va a dejar de emocionar y parecer desafiante para simplemente convertirse en un dolor de cabeza.
Sé que aún no estoy ahí pero ya no voy “al día”. Hace 20 años me parecía chivísima (con ese término) tener un celular para conectarme al internet y recibir correos electrónicos. Este semestre, en las clases que imparto en la U, he lidiado con leer tareas que claramente hizo Chat GPT. Le quiero poner un cero por escribir como “papa sin sal”, honestamente extraño las faltas de ortografía y las ideas poca claras. Me tomó por sorpresa porque a mí no se me ocurre poner a Chat GPT a escribirme nada, a esto me refiero con no ir “al día”.
Empecé a leer Orbital de Samantha Harvey. Me lo regaló Lena la última vez que vino. Lo estoy amando, me imagino todo lo que leo con verdadero entusiasmo y mucha curiosidad. En mi cabeza se han empezado a “armar” dos espacios: el de una nave que orbita el planeta Tierra y el espacio atmosférico que mira desde arriba al planeta Tierra. Y tal vez un tercero que conjuga los dos anteriores: el cuerpo de cada personaje y su manera de estar entre esos dos espacios. Por mi imaginación pasan retazos de Odisea 2000, The Matrix y Scavengers Reign.
Esta es la maravilla de leer. ¿Cómo les explico a mis estudiantes que si leen no necesitan a Chat GPT? ¡Ay Tía Pau!