estafas

Una de las veces que me dejé llevar por una estafa menor fue en Berlin, en el Tiergarden. Era la primera vez que iba, tiene que haber sido por ahí del 2013. Estaba haciendo el recorrido de los greatest hits turísticos e históricos, cuando se me acercó un adolescente lindísimo. Traía un papelito con su mensaje en inglés y en alemán, estaba pidiendo plata porque era mudo, y unas firmas para no sé qué cosa. No tengo idea si en realidad era mudo, o solamente era Turco. Le di unos euros y le firmé el formulario debajo del nombre de otros turistas, livianamente estafados. Yo preferiría que me pidieran la plata nomás, sin el esfuerzo teatral, pero a veces me interesan las historias que se inventan para aflojar las tuercas de la compasión, tan duras que son.

La estafa más cruel del mundo, en mi opinión, es la de las señoras enamoradas. La historia es más o menos la misma siempre: una señora en sus cincuentas o sesentas (de cualquier nacionalidad) recibe un mensaje sorpresivo de un artista de su generación: Chayanne, Enrique Iglesias, Brad Pitt. Tras la sorpresa incial, la señora procede a desarrollar un tórrido romance secreto con este hombre guapísimo, que le manda fotos de sus tours y de su vida de rico y famoso. Ella claro, lo compara con su marido de cuarta, que se rasca las bolas viendo el partido desde la cama. En el teléfono vive un secreto ardiente. Luego este hombre sufre un trágico accidente, o le confiesa que tiene algunos problemas económicos de corto plazo (quién no?) y necesita algo de dinero, pero que en el futuro cuando él logre liberarse de las trabas que irremediablemente se interponen en una relación tan improbable, se casarán y serán tan felices. Tan felices.

La economía de los Estados Unidos es más o menos un 50% estafas a este punto. El presidente, por ejemplo, no cree en las transacciones de beneficio mutuo. La gente que ve la vida a través de este lente embarrado de mierda piensa que en toda interacción siempre uno gana y uno pierde. El consentimiento, piensan, no existe. La única forma de obtener satisfacción es arrebatarle al otro lo que tiene, aunque sea muy poco.

He tenido visitas, cenas, salidas con amigos y paseos perrunos bajo el sol. Pero siento que sigo muy metida en esa casa, trabajando o limpiando, trabajando o limpiando. Necesito una pequeña aventura, decirle que si a algo que no debería, dejarme engatusar por una oferta seductora. Este fin de semana reporto.