dunas

Amé imaginarme a Paula desesperada por alcanzar su segunda garrita dorada. Mi suegra por ejemplo, me llamó el otro día contrariada porque le cambiaron las reglas de cómo avanzar a otro nivel en Duolingo. Puede ser muy duro perder el estatus, pero también es un placer dejarse caer hacia la liga más baja, directo a la octava división.

No he escrito carta porque estoy viviendo días complicados por la realidad. Más bien la complicación consiste en vivir entre dos realidades: una en la que amigos están viviendo en peligro y no saben si arriesgarse a asistir a una cita en la corte o en el centro médico. Algunos han perdido el trabajo por los movimientos económicos que se ven venir como una ola monstruosa. Todo se vuelve un cálculo de probabilidades con enormes incertidumbres. En la otra realidad tenemos que ir a trabajar, a veces el documento no abre, hay que hacer ejercicio, ir a la farmacia, planear una fiesta de cumpleaños o hacer planes para una fecha en Setiembre, todo es horriblemente concreto. Vivir con un pie en cada uno de los universos paralelos me deja exhausta, me da dolores de cabeza y cuerpo. Nunca tengo ganas de escribir nada de esto, es un tema odioso.

Lo que si está bueno es que ha salido el sol. La primavera del norte global si tiene todo eso que dicen las canciones: después de varios meses de invierno suicida, salen todas las flores al mismo tiempo y la gente sale como loca a los parques, a enamorarse. Los habitantes de la ciudad votaron por convertir una parte de la autopista en parque, a la par de la playa, y dejar que las dunas se extiendan por dos carriles de carretera con una rapidez desconcertante. Hace un par de años desparramé unas semillas locas por el jardín y ahora son un montón de flores silvestres, una mini pradera descontrolada. Poco a poco vuelven los pájaros que andaban de vacaciones en Costa Rica. No está mal, para el fin del mundo. No está mal para dejar que nos cubran la arena, que se coma todo esto que hicimos, que fue bueno.