Primero, lo primero. Queda para la posteridad la imagen de Lena y este servidor en la mesa de la cocina de este apartamento (ya empieza a parecer casa, tengo que decir) con la mandíbula en el suelo después de la lectura dramatizada que hizo Lena de la entrega de Paula. Entrega recién salida del horno, además. Escepticismo como escudo contra la envidia pura y dura. Bien por la pareja vecina de Pau. Mal por nosotres. Coincidimos, sí, en que Paula vino a ponerle picante a nuestros intercambios cartagineses. ¡No esperábamos menos!
Chicas, me gusta mucho leer sus cartas para volver a ellas un rato después. A veces horas, a veces un día o varios. Lo mismo que sucede con la poesía y narrativa corta (salvo contextos excepcionales uno no relee novelas). Lo que tenemos aquí son cartas, no son mails ni mensajes de chat, son cartas a las que les queda un único upgrade: pasar a papel. Ahora, las cartas a gente querida no son ficción ni poesía (ese género que no es ni ficción ni autobiografía sino todo lo contrario), entonces no es lo mismo releer libros que venir aquí a leerlas a ustedes, releerlas luego y devolver el gesto. Es otra cosa. Y la agradezco.
Copié en un post it esto que dijo Lena, “el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad”. Lo leo como mandamiento.