Es así como decís, que fueran mejores que nosotros es lo que queríamos. Check. Hay que decir también que la barra no la dejamos muy alta, o bueno, hablo por mí. 

Esta semana cierro cursos en la universidad, hoy fue el último encuentro con un grupo de esos que te levantan el ánimo. Algo funcionó desde el inicio y enganchamos en ambas direcciones, el grupo con las lecturas que elegí (Dorothy Parker, Barthelme, Cortázar, WF Harvey, Zambra, Nettel, Costamagna, Schweblin. Denis Johnson), yo con sus devoluciones y su vocación por el humor. Pasa poco, así que se agradece más. Pedimos pizza, vimos storyboards, nos sacamos foto grupal (¡solicitada por el profesor!) 

LaMenor estaba en el apartamento cuando volví de clases, hacía tiempo para su ensayo de danza. El sábado es el espectáculo anual en el O’neill, el teatro al lado de la casa de Migue y Sirelda. Un día la vas a ver en el escenario, es como que ahí, sumergida en lo suyo, se ve más grande. Si estuvieras acá, te llevaríamos con nosotros.

Por acá todo está tomado por los signos externos de la Navidad. Es tristísimo. Se impone el ya mítico eslogan de batalla célebre marca Cata Murillo, Feliz Vanidad. Ojo, me incluyo en el problema, el propósito del fin de semana es conseguir un pasito sencillo y barato. No escupás el café, no regresé, rabo entre las piernas, a la religión (¿existirán casos documentados de tragedias así?), es más bien como imprimir y enmarcar una foto de my mother. O como ponerle shot de guaro en un hipotético altar casero cubano. 

Entiendo, por supuesto, ese momento de la escritura o de la no escritura del que hablás. Se intenta todo, cambiar esta o aquella rutina, la locación, la dieta, los horarios de sueño, el domicilio postal, la ropa, el ángulo del escritorio, la lecturas, la música, los amigos, la graduación de los anteojos, la mano de cepillarse los dientes, el desktop, la posición de dormir. También se sabe de estrategias tipo bombillos incandescentes sustituidos por LED, usar/dejar el lápiz y papel, dinamitar el Wi-Fi, engavetar el teléfono, retomar la jardinería, meditar con/sin inciensos, licores destilados o no, patear la puerta para ir/volver a terapia, hipnosis, calistenia. En el caso remoto de que alguna de estas maniobras funcione, es solo por una vez. Mejor dicho, buena suerte.

Aunque te digo que este ping pong de cartas activó otras vainas que tenía en pausa.

Hace un buen tiempo leí, creo que fue en la época cumbre de Twitter, si es que algo así existió, esta frase tremenda en su misterio, en su ambigüedad: tener hijos es como no tener electricidad. No recuerdo al autor/autora, he buscado por todas partes (con mis recursos limitados del mundo virtual) y nada. Es poderosa y etérea a la vez, de una sabiduría que me deja afuera. En fin, la voy a usar de título con la esperanza de que algún día la reclame quien la formuló.

beso

L.