Viendo el video de agradecimiento de LaMayor me encuentro toda llorosa como una tía lejana (la tía que vive en estados unidos, qué terror). Ella es perfecta y además la única que me entiende todo sobre el mundo y la política. Ella entiende qué es lo importante. Lo único que queríamos es que fueran mejores que nosotros, y ahí están.
Te escribo desde una biblioteca de piedra, construida en 1891 por la familia que era dueña de todo el pueblo. En realidad eran dueños de gran parte del estado, donde tenían enormes plantaciones trabajadas por personas esclavizadas. Si te vas para atrás lo suficiente no hay nada en este país que no esté bañado en sangre de los esclavos. Después se dedicaron a cosas de mejor gusto, como a las fábricas de textiles, minas, químicos. Para que estos trabajadores no se les sindicalizaran se dedicaron a darles todo tipo de cosas, como una biblioteca de piedra, una escuela vocacional, y en algún momento de locura hasta un porcentaje de las ganancias de la fábrica.
Estoy aquí unas horas porque afuera estamos a cinco grados y en este pueblo chico no hay tanto que hacer: es esto, o la casa, o un café, o algún lugar donde refugiarse de la agresión del aire fresco. Estoy también aquí porque estoy tratando de escribir una historia y no puedo en casa. Hay que cambiar de asiento. Lo evidente es que eso tampoco funciona porque en vez de escribir la historia de Margarita, una mujer que trabaja de nana para una señora con depresión post-parto, te estoy escribiendo a vos sobre los males del pasado. Lo que necesito es cambiar de medicamentos. O de país.