Hoy me sentí bien por primera vez después del resfrío y como si hubiera estado encerrada en un cubil salí a correr 10 kilómetros. No me aplaudás: no había corrido en meses, la temperatura estaba a 5C, acababa de comer granola con leche. A todas luces una pésima decisión. En fin, sobreviví, y ahora me siento fantástica.
Es posible que las medias impares señalen el principio del fin. Yo lo he tratado de solucionar comprando un montón de medias iguales, que se pueden emparejar la una con la otra en promiscuidad total. Pero también soy la que siempre descubre que tiene la camiseta al revés, el suéter con las costuras por fuera, los pantalones sostenidos con una prensa de papel, los botones de la camisa exhibiendo lo que llaman un one-off error en las ciencias computacionales. A mi no me agarrés de ejemplo que mi declive cognitivo empezó a los seis años cuando me obligaron a ir a la escuela. Ahora uso tenis con cierre de velcro.
Eso de adentrarnos en el bosque suena bien, pero depende. Hoy cuando corría por entre un bosque del hemisferio (de esos de ramas secas y torcidas negras contra el cielo gris, pequeños pantanos llenos de ranas) pensaba que aquí si vale la pena ser una bruja cubierta de trapos en una misteriosa cabaña, haciendo abortivos acompañada de un gato negro y una escopeta. Eso no lo puedo hacer en el bosque tropical donde tendría que pasarme enfrentando a las culebras y los zancudos, sacando el agua de las inundaciones con mi escoba ordinaria, en bata de vieja, tratando de resolver problemas de plata que son los que todo el mundo tiene.
Suerte y tiempo.